Ya son varios los Startup Weekend en los que he participado, cumpliendo alguna función o sólo como espectador, acumulando experiencias valiosas para compartir en mis actividades diarias, en las charlas o para llegar a casa y contarle a mi esposa con asombro todo lo que he aprendido.
En esta ocasión la experiencia fue grandiosa, a pesar de la estatura de sus protagonistas; esta vez el destino fue Guayaquil, una ciudad interesante, con mucho talento y una comunidad comprometida con hacer que las cosas pasen. Durante tres días nos dimos a la tarea de compartir con un grupo de niños algunas de nuestras experiencias y “enseñarles” sobre emprendimiento, innovación y tecnología.
Luego del evento creo que fui yo quien más aprendió, nada más con las inteligentes y espontáneas respuestas que daban al jurado, quedaba claro que los adultos hacemos las cosas cada vez más complicadas, por ejemplo:
Jurado: ¿ya pensaron dónde van a vender su dispositivo?
Estefania (9 años): Si, primero en suramérica, luego en toda América y después en todo el mundo.
Otra pregunta para uno de los grupos:
Jurado: ¿qué han pensado para hacer que el drone vuele más tiempo?
Geovanny (7 años): Poner una batería que dure más y cuando se este acabando se acciona un aterrizaje controlado y le avisa al piloto.
Respuestas tan simples e inocentes llenas de lógica que me ponen a reflexionar sobre la oportunidad de involucrar a un niño a cada grupo de trabajo en cada uno de nuestros emprendimientos.